26 agosto 2006

El calvo franquista o la maldición de la memoria

A raíz del asunto Pinochet/Garzón, Francisco Ibáñez, el gran humorista, lanzó un álbum titulado El Tirano, donde se parodiaba al general chileno de acuerdo con el molde fabricado por la prensa, es decir, el de un déspota veleidoso y cruel. Panocho (así se llamaba) hacía tirotear a un maniquí porque no había levantado los brazos a su paso, o mandaba encarcelar a un ciudadano que había bautizado a su perro con el nombre del presidente, entre otras barbaridades.

Si no lo hubiéramos leído con nuestros propios ojos, pensaríamos que se trataba también de una ocurrencia del autor de Mortadelo y Filemón: Jesús Vicente Evangelio, director de Loterías y apuestas del Estado, ha sido cesado y el contrato con la empresa Publicis rescindido, entre otras cosas porque el anuncio de la lotería de navidad (ya saben, el del calvo que sopla burbujas), al ser en blanco y negro, “parecía evocar el franquismo” (http://www.elconfidencialdigital.com/Articulo.aspx?IdObjeto=8476).

Uno se queda perplejo y se pregunta si la casta gobernante no estará rozando los límites de la paranoia. Se diría que la inopinada victoria del 2004 produjo en ellos un shock colectivo de modo que se creyeron trasladados a abril del 39 y no cesaran de repetirse: “todavía no habéis ganado, todavía no habéis ganado...”

Pero, vista con serenidad, la noticia, en su insignificancia, no hace más que confirmar algo que ya temíamos. El partido (o banda) que en los últimos años de Aznar extendió la kale borroka a toda la nación, ahora en el poder pretende hacer de España ese Estado socialista que la ETA viene soñando para su Euzkadi desde hace décadas. Una Cuba ibérica que sea otra mota en el ojo de los Estados Unidos y que consume al fin la abortada revolución del 36.

Para ello no emplean métodos diversos que los de todo socialismo real. Lo que eran las “sesiones de odio” en el mundo totalitario imaginado por Orwell, aquí y ahora se traducen en museos de la “memoria histórica”. La cantarina consigna “pi Lin, pi Kon”, lanzada por Mao para recordar a todo chino viviente que estaba obligado a hablar mal de Confucio y del “hereje” Lin Piao, la comemos aquí en forma de dicterios contra “la dictadura” (Franco) y contra “la guerra” (Aznar). Gonzalo Fernández de la Mora dio con el término adecuado para designar toda esta campaña: la damnatio memoriae o maldición de la memoria, que algunos emperadores romanos lanzaban contra sus predecesores para auparse a sí mismos, la vivimos aquí desde hace tres décadas contra quien paró lo que hoy está de nuevo en marcha. En vida de don Gonzalo, aún parecía una inofensiva rabieta. Ahora que cosechamos sus frutos, ya no tanto.

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