13 octubre 2006

Donde el corazón te lleve


¿Hay que confiar en el corazón? Susanna Tamaro viene a coincidir con un servidor en que, cuando los argumentos se escapan, cuando los sofistas te abruman y eres incapaz de reconocer el discurso verdadero entre todos los que se te ofrecen en el zoco, no queda sino seguir los dictados de esa brújula que, a falta de algo mejor, encarnamos en esa víscera. No nos confundamos, es cuestión de desconfiar del impulso sentimental, de lo que “nos sale” de algunos sitios. Pero, si el corazón tiene razones que la mente desconoce, es porque quizá ve con más claridad que ella, sobre todo en ese tipo de asuntos que conciernen a lo más esencial. Por eso, el corazón no representa aquí lo visceral puro, sino quizá algo más relacionado con lo que los catalanes llaman el seny, o con el sentido común: la sede de las “corazonadas”, chispa del amor divino pero también de su inteligencia, ya que en Dios no hay separación de atributos. Me estoy metiendo por caminos que me sobrepasan, pero lo que sí quiero resaltar es que si esta novela conoció un éxito arrollador, si es una continua delicia y me llevó a entresacar un montón de párrafos, es por esa carga de buen juicio, de reflexión lúcida y atinada que sorprende y admira a cada paso y que los lectores del final de siglo veníamos necesitando como la proverbial agua de mayo.

__