Número de noviembre de Ínsula. Un colaborador analiza las versiones cinematográficas de las obras de Pío Baroja. Comienza diciendo que, en los años de la posguerra, el 50% de las películas estaban basadas en textos literarios (debe de ser por aquello del páramo cultural), aunque, dice, eran de autores "bienquistos por el régimen". Y añade que Baroja no contaba entre estos (?), como tampoco ninguno del grupo noventaiochista (¿??). Sin embargo, hubo "excepciones", "toleradas por los vencedores": Las inquietudes de Shanti Andía (Arturo Ruiz Castillo, 1946), Zalacaín el aventurero (Juan de Orduña, 1954) y La busca (Angelino Fons, 1966). Y recordaba yo alguna otra excepción de otro malquisto (La tía Tula, Miguel Picazo, 1964, sobre novela de Unamuno), cuando el propio autor trae a colación otra que yo no conocía: Abel Sánchez, Carlos Serrano de Osma, 1946, igualmente sobre novela del rector de Salamanca.
Jo con las excepciones. Entre los que burlaban y los que toleraban, los censores franquistas debían de sentirse unos tipos bastante frustrados humana y profesionalmente. De lo que no habla nuestro profesor es de las versiones de Baroja y de Unamuno realizadas con posterioridad al franquismo, ya sin trabas y rehabilitados los malquistos. Yo no las conozco, pero a lo mejor es porque no soy cinéfilo.