20 junio 2007

Cuando fui mortal

El doble filo del cuento es que, siendo recomendable para principiantes que aún no se atreven con la extensión de una novela, su brevedad requiere mucho talento para que llegue a ser obra maestra. Es un género difícil en su aparente sencillez, esto se ha dicho muchas veces. Y aquí hay de todo: desde la rotunda belleza de "No más amores" o el espléndido retrato de "Todo mal vuelve" hasta la trivialidad de "En el viaje de novios" o el repelente neomoralismo de "Sangre de lanza". Marías se disculpa en el prólogo, en cierto modo, de que sean cuentos hechos por encargo, y recuerda eso tan sabido de que lo hecho por encargo no tiene por qué ser más malo, y que hay grandes obras en la historia que no respondieron a la iniciativa personal de sus autores. Cierto, pero aquí echo de menos la genialidad y acuso el lastre de la obsesión sexual, una de las dos patologías de la izquierda intelectual española en nuestro tiempo, junto con el rencor crónico contra Franco y los franquistas, también presente en este volumen. Javier Marías hablaba complacido, en un artículo, de que el pecado ya no tiene sentido. Pero, si no existe el pecado, tampoco el bien, y por tanto tampoco Dios. Y si Dios no existe, todo está permitido, sí, Iván, pero, además, todo se pierde, nada tiene sentido. De ahí que la postura más inteligente sea la de ese doctor Xavier Comella (qué gran retrato, insisto), que se suicida tras haber llamado a sí todo el dolor, todo el tedium vitae que pudo acumular para analizar esa única realidad que nos queda, pues "todo bien va, todo mal vuelve".

Nota redactada en abril del 2000.

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