03 junio 2007

El suicidio de la modernidad


No sé por qué, tengo siempre una pequeña decepción cuando caigo en que el ensayo que he comprado (bueno, o cogido) es en realidad una compilación de artículos, o la novela una colección de cuentos. Digo, porque lógicamente no tiene por qué ser peor. Se disfruta con estos artículos de Aquilino Duque, sobre todo si compartes sus críticas a la mentalidad imperante. Las cosas a las que se tiene aversión crean complicidad, más aún que las que se comparten.

Me gusta, por ejemplo, esa apología de la sociedad represiva (así, sin reparos), que don Aquilino opone a la sociedad permisiva. Aquella reprime para conservarse, esta permite porque no le importa autodestruirse.

Me parece aguda también su visión de lo que llama la revolución cultural en Occidente, que consiste en que la juventud revolucionaria hace desprenderse a la burguesía capitalista de los valores que había adoptado para sostenerse: patria, familia, religión... y de los que "no sabía cómo desprenderse"; es decir, le facilitan echar por la borda lo que nunca había sido suyo. Pero esa burguesía no puede sustituir tales valores por los del socialismo, y se queda en un vacío de valores "con un vago fondo de utopías rojas" que abanderan los intelectuales orgánicos. Eso lo estamos viendo hoy en España con los Millases, los Vicents, los Umbrales, las Regases. Rojos conformistas convertidos en cómplices de los terroristas.


Nota redactada en octubre de 2006.

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