22 febrero 2008

"Me gusta su carácter, no sus ideas",


dice Basil Ransom de Verena Tarrant en Las bostonianas. Qué difícil es encontrar alguna gracia en alguien que se proclama fan del presidente del gobierno. Y sin embargo hay que intentarlo, so pena de acabar convertidos en otra especie de sectarios: Miguel Bosé no tiene ninguna gracia, lo sé, ni cuando se vestía de torero ni cuando se desviste de cosa rara. Otros, como el Víctor Manuel y el Serrat, dejaron de tenerla hace tiempo. Pero Isabel Coixet ha hecho alguna película que no está mal (Cosas que nunca te dije: es la única que conozco) y otras que al parecer no desmerecen. La Velasco, qué vamos a explicar. El Sabina es tan patético personalmente como ingenioso en sus trovas...

Qué queréis. Ninguno de ellos le llega al tobillo a Heidegger, Jung, Karajan, cuántos genios más que pudieron, en su día, hacerse una fotito junto a Hitler, tal vez llevándose el dedo al bigote. Respiraban en un clima ideológico que arrancó más de cien años antes y en el que vivían también muchos alemanes que quizá no votaron a los nazis. El zapaterismo es el fruto cuajado de unos presupuestos de los que participan muchos votantes del PP, sin saberlo; la plasmación política de todo lo que se ha escuchado en las escuelas, proclamado en la calle, difundido por la pantalla... desde hace varias décadas. ¿Demasiado zafio? Bueno, tal vez Spencer no concibió los campos de exterminio ni Marcuse los basureros de fetos, pero la cadena de causas y efectos es implacable.

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