19 mayo 2008

Sin velo en la escuela, con champán en Playboy

(O también podía ser esto. Debí de escribirlo poco después de lo anterior; no conservo las fechas.)


Sorpresa agradable: las iglesias cristianas de Francia (católica, protestante, ortodoxa) han unido sus voces para rechazar una ley contra los símbolos religiosos en las escuelas y, por consiguiente, contra la prohibición del velo islámico. Dicho complemento (para hablar en términos del Corte Inglés) está armando un revuelo desmedido, no sólo en Francia sino en el resto de países de nuestro entorno, España incluida, claro. Y lo está haciendo bajo la bandera de la igualdad: ¡hay que declararse contra lo que es un signo de discriminación de la mujer! Desde aquí algunos venimos pronunciándonos a favor del velo desde el momento en que se toleran en la escuela pública vestimentas y estampados del más dudoso gusto. Si lo uno, también lo otro. Pero también porque, con el pretexto de la igualdad, lo que se persigue, cada vez de modo más claro, es la exclusión de todo vestigio de fe religiosa en los centros. El famoso velo está constituyendo una privilegiada rampa de lanzamiento para una inquisición laicista que, si nos descuidamos, nos obligará a llevar corbata para ocultar (para velar, sí) la medalla.

Sorpresa agradable, también, porque pocas veces nos es dado ver a las confesiones cristianas unidas en defensa de sus derechos, y solidarias también de una fe, la musulmana, a la que en este caso le asiste la razón; al menos, mientras en la escuela pública no existan normas estrictas sobre vestuario. Pues el simbolismo discriminatorio del velo está sólo en el ojo de quien mira, y no en bases reales. Comprendo muy bien el incomodo del musulmán a quien le dicen que un velo atenta contra la dignidad de la mujer mientras el dueño de Playboy celebra el 50 aniversario de la revista con todas las galas de la buena sociedad.

El comunicado de las iglesias expresa bien lo que aquí hemos dicho de tantas maneras: que la laicidad “no tiene la misión de constituir espacios vaciados de lo religioso, sino de ofrecer un espacio en el que todos puedan debatir sobre lo tolerable y lo intolerable, sobre las diferencias a respetar y aquellas a evitar”. Más alto se podría decir, si quisieran los periódicos; más claro, no.

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