29 septiembre 2008

Polémicas


Hay películas (libros...) que se conciben y nacen con polémica incorporada, como si fuera la banda sonora. Y aquí no vale el principio de que dos no riñen si uno no quiere, porque los medios, siempre cómplices en su avidez, irán a buscar a su propia casa a la otra parte y obtendrán un mínimo, una modesta declaración, una mueca de disgusto, que ellos se encargan de abultar hasta conseguir la polémica requerida. Ni que decir tiene que cuando la otra parte se encocora y hace ruido, no consigue sino engrosar el bolsillo del tunante.

Es un modo fácil de lograr publicidad sin talento. Lógicamente, si todos hicieran lo mismo, el efecto se anularía. Por eso el método ha de aplicarse de modo esporádico, y son los menos escrupulosos los que aprovechan la ocasión. Estos no merecen sino el boicot, un boicot elocuente en su silencio. Pero para eso se requiere, ay, un público maduro. Su escasez, y no sólo en España, es hoy por hoy la gran baza de los tramposos.

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