01 octubre 2008

Benedicto XVI y el buen vino nuevo




Se ha escrito mucho sobre el milagro de Caná como revelación de Jesucristo, y también de la santidad del matrimonio por la presencia del Salvador en aquella boda; pero nunca, que yo sepa, se ha relacionado el propio milagro con el amor esponsal. Así lo hace Benedicto XVI en su saludo al movimiento Retrouvaille, que tiene como objetivo la reconciliación de los matrimonios en crisis. Traduzco del italiano, así que no respondo de la exactitud, pero creo que merece la pena divulgar este jugoso texto, que puede pasar inadvertido en la web vaticana. Traigo sólo el pasaje sobre el milagro.

(Dice que crisis puede entenderse como paso a una situación mejor, y continúa)

En este sentido se puede leer el relato de las bodas de Caná. La Virgen María se da cuenta de que los novios "ya no tienen vino" y se lo dice a Jesús. Esta falta de vino hace pensar en el momento en que, en la vida de la pareja, termina el amor, se desvanece la alegría y desaparece el entusiasmo en el matrimonio. Después de que Jesús transforma el agua en vino, felicitan al esposo por aquel vino tan bueno que había guardado para el final. Esto significa que el vino de Jesús era mejor que el anterior. Sabemos que este "vino bueno" es símbolo de la salvación, de la nueva alianza nupcial que Jesucristo ha venido a realizar con la humanidad. Pero también es sacramento cada matrimonio cristiano, incluso el más desdichado y vacilante, y puede encontrar en la humildad la valentía para pedir ayuda al Señor. Cuando una pareja en dificultades, o (como demuestra vuestra experiencia) incluso ya separada, se confía a María y se vuelve al que ha hecho de los dos "una sola carne", puede estar segura de que aquella crisis será, con la ayuda del Señor, un tránsito a algo superior, y que el amor saldrá purificado, madurado, reforzado. Esto sólo puede hacerlo Dios, que quiere servirse de sus discípulos como colaboradores legítimos para acercar a la pareja, escucharla, ayudarla a redescubrir el tesoro oculto del matrimonio, el fuego que permanecía sepultado bajo las cenizas. Y Él reaviva y vuelve a hacer arder la llama, no desde luego al mismo modo del enamoramiento, sino de manera diversa, más intensa y profunda; pero la misma llama.

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