16 octubre 2008

De qué me suena Le Clézio


Pues, señor, esto es que un día me puse a leer un tomito divulgativo sobre escritores franceses contemporáneos, y los únicos que no conocía de los allí citados eran Jean Giono y J. M. G. Le Clézio, curiosamente ambos con apellidos muy poco franceses. Me quedé con los nombres (entonces aún tenía memoria). Años después, un amigo periodista solía llevarme algunos libros que recibía en la redacción, con la intención de que le seleccionara los que eran recomendables para jóvenes. Uno de ellos (de los recibidos) fue El atestado de Le Clézio, editado por Cátedra.

Lo aguanté hasta el final, a pesar de todo. "Todo" es que se trataba de una obra en la línea del nouveau roman, corriente paralela a esas filosofías reduccionistas según las cuales el lenguaje es el nuevo arjé, el elemento primario y origen de todo lo demás. Ya pueden imaginarse lo que puede dar de sí una novela en ese plan. De hecho, el título, Le procès verbal, es un juego de palabras intraducible, que puede referirse, en efecto, a un atestado, pero también al hecho de que toda historia, toda acción humana, es un "proceso verbal". El protagonista de la indigesta parrafada se llama, coherentemente, Adán, Adam, héroe primigenio de una nueva conciencia del mundo.

Todo muy bonito. Pero, puestos a elegir una obra cuyo tema sea el lenguaje y su alcance, prefiero mil veces el Retahílas de Carmen Martín Gaite, uno de cuyos trozos les plantaré aquí mañana, para que vean.