29 octubre 2008

Pasarse de listo


No fue el pensar más de la cuenta, como cínicamente (y sin pizca de intención de que le creamos) sugiere Juan Valera, lo que destrozó la vida de don Braulio. Tampoco ninguna de las cosas que apunta al final Inesita, ni siquiera el "tener menos religión que un caballo" o el "estar desesperado de ser feo y enclenque", aunque algo cooperaron ambas cosas. Lo que le perdió fue el faltar a uno de los deberes fundamentales del matrimonio, cual es la confianza en el cónyuge. Para don Braulio, como para la mayor parte de los personajes de esta novela, el matrimonio es una convención sostenida en el qué dirán: la fidelidad importa hasta que los demás han dejado de creer en ella. Por otro lado, don Braulio es un fiel amante, pero no un amante esposo. La presunta infidelidad de su joven mujer le lleva a la desesperación, pero ni siquiera se le ocurre hablar francamente con ella sobre la base de que alguien ha querido calumniarla. Entristecido (es cierto) por su propia insignificancia física, desestima a Beatriz creyéndola capaz de traicionarle por un cuerpo gallardo, lo que, dicho sea de paso, habla muy mal de lo que hubiera sido su comportamiento en caso de haberse casado con una mujer fea.

Sabiniano, don Braulio: "y morirme contigo si te matas..." Pero, del matrimonio, ni idea. Valera, qué bueno.

Nota redactada en septiembre de 2007. La novela fue editada ese mismo año por "Los libros de Raquel".