06 diciembre 2008

La quimera del oro


Lo mejor que ha producido la filosofía de Nietzsche es literatura. Y sólo porque hubiesen podido ver la luz estos cuentos hubiera merecido la pena que el amigo Federico pusiera por escrito sus delirios. El mito del superhombre ha tenido la virtud de resucitar la vieja épica de Homero. Personalmente veo muy difícil que los buscadores de oro de Alaska se enfrentasen a semejantes penalidades in invocar a Dios. Pero, como pura literatura, resulta convincente y fascinante. Sólo Jack London sabe hasta qué punto él fue uno de sus héroes, luchador sin causa, contra viento y marea helada, puesto que compartió, siendo muy joven, las aventuras de estos locos del Norte, y, como muchos de ellos, acabó sucimbiendo ante la vida, despojado de la única virtud capaz de hacernos aguantar un día más cuando todo parece haber perdido su sentido. Es conmovedora, sí, la actitud numantina con que estos personajes, vencedores de todos sus semejantes, nuevos Hércules, caen ente el enemigo más implacable, amado u odiado, quén sabe, la diferencia aquí pierde su sentido, caen, digo, numantinamente ante la vida, ese absoluto Otro simbolizado por el perro Diablo, cuya lucha con su amo, sostenido sólo por la esperanza de darle muerte un día, es digna del viejo cantor de Aquiles y de Ulises.

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Nota redactada en noviembre de 1998