03 mayo 2009

El doctor Zhivago


Contra lo que uno podía esperar, no estamos ante una novela de personaje, sino de entorno. Es cierto que la personalidad de Yuri Zhivago queda bien dibujada, pero cede protagonismo ante el paisaje, y no me refiero sólo a las vitalistas estampas del bosque siberiano, sino a la totalidad del paisaje, natural, urbano y también humano y hasta político. Lo que consigue Pasternak aquí, me parece, es que veamos transcurrir la historia como en una de esas filmaciones que reproducen aceleradamente el desarrollo de una flor o el correr de las nubes. La vida de Rusia, como un ser vivo, en los años de la revolución comunista, es lo que discurre ante los ojos de Yuri Zhivago y los nuestros propios. Dicen que David Lean es un cineasta de estética postalera. Pues, si es así, escogió bien la obra que debía llevar a la pantalla, y creo que la tradujo con éxito.

Claro que allí, en la pantalla, el amor entre Lara y Zhivago no puede por menos de resultar hollywoodiano, lo que es decir convencional. En la novela de Pasternak aprece como la fuerza capaz de plantar cara a la revolución. Lo que me pregunto es por qué tuvo que hacerlo adulterino. ¿Le parecía más auténtico? Ah, la sombra alargada de los trovadores...

Nota redactada en agosto del 2007

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