31 marzo 2010

El guardián entre el centeno


Después de leer, por fin, El guardián entre el centeno, encuentro mucho menos meritorio el Jack Frusciante... de Enrico Brizzi. Están cortados por el mismo patrón. Diferencias: el Alex de Brizzi es un proletario; Holden Caulfield, un niño bien. Jack Frusciante derrocha los tacos y se permite grandes libertades sintácticas; El guardián... taquea, pero menos, y se mantiene en una sintaxis académica. Alex encuentra el amor, y con él una especie de parcial redención; Holden no, pero se da cuenta del valor de tener ciertas personas a su lado. Y, aunque los dos están totalmente desorientados, Alex es bastante más cínico que Holden, a quien su incapacidad de cinismo, por así decir, le hace permanecer en una constante pose de enfado (aunque también Alex se definía como "kabreado social"). Ambos representan al hombre que ha sido echado, sin pedirlo, a un mundo absurdo en su carencia de bases firmes, de lo que llamamos corrientemente valores, y sin vocación de revolucionario o de santo (al menos, sin conciencia de ello). No pueden ser ni apocalípticos ni integrados, aunque tiendan más bien a lo primero. Es el rebelde sin causa y, diríamos también, sin rumbo, sin dirección en su rebeldía. Holden abomina de casi todo lo que ve en la gente que le rodea (me disgusta, odio, no aguanto, son palabras que aparecen por doquier), pero necesita a los demás, los busca, deseando encontrar no sabe qué en ellos. Es un menesteroso de humanidad, a quien quizá no se le ha ocurrido nunca dar gratis un poco de la suya.

Nota redactada en marzo del 2003

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