28 mayo 2010

Cómo cambian los tiempos, Venancio

En el Congreso [de jóvenes de Acción Católica] nos encontramos con la oposición manifiesta de varias naciones y con una maniobra dirigida a excluir a España del bureau internacional. Las naciones que más se distinguieron en ello fueron Francia, Bélgica e Inglaterra.

[...] Lo que más daño me hizo de esta oposición fue que no se trataba exclusivamente de una cosa política, sino más bien de una cuestión doctrinal. No entienden nuestra posición católica, e incluso el Estado católico les parece contrario a la libertad y a la democracia, lo cual es más terrible en el aspecto religioso.

Pero tampoco será esto un secreto para usted que conoce las corrientes de muchos intelectuales católicos, particularmente en Francia. Por cierto que el Papa en el discurso que pronunció en la audiencia concedida a los miembros del Congreso hizo una alusión a esta desviación, condenándola.

Pero quería hablarle particularmente de la impresión que saqué en los círculos del Vaticano con respecto a nosotros.

[...] La consecuencia que he sacado es la siguiente: en el Vaticano se conoce lo que se hace en España y se aprecia; el Papa llegó a afirmar que en las actuales circunstancias del mundo, su consuelo está en España; pero temen por la continuidad de este estado de cosas. Recelan que esto pueda perderse todo y que la actual situación pueda desembocar en una revolución, si le pasase algo al Caudillo y por eso quisieran que en vida de éste se diese mayor estabilidad al Estado para evitar ese peligro. Y claro, esta posición ya es más razonable y se comprende fácilmente.

Mons. Vicente Enrique y Tarancón, obispo de Solsona, a Alberto Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores, 17 de septiembre de 1947.

Fuente: Gonzalo Redondo, Política, cultura y sociedad en la España de Franco, 1939-1975, II/1

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