29 diciembre 2010

Tanatofobia

La paradoja de la cultura de la muerte es que es, ella misma, tanatofóbica. La muerte es el tabú supremo cuando se ha optado por gozar del gozo, como decía Melibea, sin otra consideración de orden metafísico o moral. Pero, como en Melibea, la muerte se impone cuando el gozo deja de ser posible. O se busca para los demás cuando estorban y son lo bastante pequeños o viejos para no protestar. En ese sentido, la cultura de la muerte podría adoptar como lema el título de aquella película española de serie B: "viva la muerte... tuya".

El veto a lo religioso en la escuela, del que Quebec ha protagonizado el último episodio, tiene mucho que ver con ese tabú. El pretexto del gobierno quebequés es ciertamente idiota si no se lo ve en este contexto: "no crear inseguridad en los niños". Supongo que la idea es evitar que los escolares se planteen la posibilidad de una vida ultraterrena muy relacionada con la conducta observada en el más acá. Podrían traumatizarse, los pobres. El hedonismo a ultranza que hoy impera en Europa y aledaños necesita pensar que la religión es una excrecencia de la mente humana, la ocurrencia de unos pocos enfermos que urge poner en cuarentena para tener la fiesta en paz.

Así como el feminismo radical parte de la negación de una evidencia, en su caso la desigualdad natural de los sexos, el laicismo no duda en hacer tabla rasa de cinco mil años de cultura para negar a la religión un puesto de primer orden en la educación. Y, sin embargo, semejante proceder no es sino el primer paso para lograr una horda de idólatras, de señores de las moscas, no se sabe si más peligrosos cuanto más cultos o cuanto más tarugos.

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