17 enero 2011

Esos colegios que segregan


Inasequible al sentido del ridículo, El País vuelve a hablar de segregación para referirse a los colegios que imparten educación diferenciada. Inmune al cansancio, reproduzco de nuevo este comentario que publiqué hace años.

¿Qué significa segregar? No, no me digan que "separar una cosa de otra". Me refiero al valor actual de la palabra, por encima de su fosilización en el diccionario. El verbo adquirió difusión unido al fenómeno del racismo: el separar a la gente por razas, normalmente con el objeto de que los "mejores" no se contaminaran con los "inferiores", empezó pronto a conocerse como segregación racial; y así, este vocablo, inofensivo fuera de contexto, no puede evitar desde entonces ser asociado a la injusticia. Por ejemplo, si conmutamos racial por sexual, el ceño se nos fruncirá por reflejo condicionado: "segregación por razón de sexo, oh". No sé si me voy explicando.

La separación de grupos de gente en función del sexo se da en tantos momentos y lugares que es ocioso enumerarlos. Empezando por los aseos públicos o las camas de hospitales, podríamos seguir hablando de equipos de fútbol, peluquerías (algunas), colegios mayores o clubes privados. En unos casos la razón es de pudor elemental, en otros de obvias aptitudes naturales y en otro, en fin, de puro ejercicio de la libertad a la hora de establecer reglamentos. Como lo hizo el otro día la vicepresidenta de esto* al organizar un ágape femenino en honor de la flamante jefa del Estado chileno**. En ninguno de estos contextos puede decirse que exista injusticia, por lo que hablar, por ejemplo, de segregación en los w. c. de los bares resultaría un tanto chusco, aunque impecable desde el punto de vista académico.

La enseñanza, que yo sepa, no es evidente, ni por supuesto dogmático, que deba ejercerse juntando alumnos y alumnas en el aula. Aunque hoy sea práctica habitual, es signo de mentalidad abierta respetar a quien, practicando una educación separada, consigue resultados al menos igual de satisfactorios, en lo académico y en lo humano. Aquel al que, por el contrario, la libertad de enseñanza le produce urticaria, arbitrará todos los medios, incluidos los lingüísticos, para desacreditarlo.

En el reportaje que emitió poco ha Informe semanal sobre los colegios de enseñanza diferenciada, sonó ese término, segregar, segregación, con sospechosa insistencia. No fue el único índice de parcialidad que registró el programa, ni mucho menos, pero sí, creo, uno de los más eficaces, por subliminal. Los centros en cuestión, por supuesto, no les dicen a las niñas: "aquí sólo formamos hombres, amiguita, así que ¡pista!", o viceversa con los niños; de hecho, suelen disponer de dos redes, masculina y femenina, para cubrir la demanda. Pero en la deriva totalitaria que ha tomado el socialismo gobernante figura como objetivo la liquidación de la enseñanza diferenciada. Y, en esa guerra, como en todas, las palabras no son inocentes.

*Entonces María Teresa Fernández de la Vega

**Entonces Michelle Bachelet