20 abril 2011

Gaudium cum pace



Es, sobre todo, eso lo que me atrae, lo que me impresiona... La alegría... Yo que he conocido a tanta gente riéndose a carcajadas, maliciosa, llena de caprichos, aparentemente con la vida más agradable que pueda soñarse... Y detrás, siempre, algo como desesperación, o vacío, o necesidad implacable de no aburrirse, de no estar sin hacer nada un solo momento, de no quedarse quietas unas horas, por miedo de aburrirse... Yo que he conocido a tanta gente que hace problemas de tonterías, y hasta fingen tragedias por encontrar algún interés a sus vidas... Yo no sé de una sola persona que estando profundamente alegre pueda disimular esto; ni tampoco de alguna que finja alegría sin tenerla, que al fin no se descubra... Yo te digo, Antonio, que la alegría de las carmelitas es algo muy sereno, profundo, verdadero, imposible de fingir... Y, pobres mujeres, yo que siempre pensé que las órdenes contemplativas eran una cosa inútil, absurda y feroz... Yo... Las he envidiado...



Tiene razón Paulina (Carmen Laforet, La mujer nueva). Yo lo he visto, aunque no recuerdo si eran carmelitas, creo que no. Fue en una visita con mi grupo de catequesis y se lo dije públicamente, por justicia y por si aquellos cenutrios no se daban cuenta.



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