22 junio 2011

El archipiélago Orwell



Mercedes Rosúa es excesiva, y eso la va a perder. Es un gozo leer sus artículos porque tiene hallazgos realmente geniales. Pero resulta tan enfática en su expresión que emplea quinientas páginas para unos argumentos que no hubieran precisado más de doscientas.



El libro consta de dos partes y una conclusión, aunque ella hable de tres capítulos. La primera se dedica a describir, entre el horror y la sátira, la educación en la China maoísta, de la que tiene experiencia directa. La segunda desenmascara sin piedad, conservando la sátira pero cambiando el horror por la rabia, el sistema educativo vigente en España, la LOGSE. La conclusión ("Las islas felices") habría sobrado, en rigor, y es una serie de negros vaticinios sobre lo que nos espera si no rectificamos.



Satisface oír, por fin, algo que estaba a la vista de todos pero nadie se atrevía a denunciar: que la enseñanza, en España, ha sido el campo de pruebas de la utopía socialista, la "comuna soñada en sus años jóvenes", "el comunismo intramuros", "la distribución automática de igualitarismo social", como dice la autora con esas imágenes suyas tan contundentes. Ha sido, en definitiva, la aplicación por ley, bajo el disfraz de una retórica agobiante, de los principios del tristemente famoso libro rojo del cole. Es decir, la imposición de la pedagogía de la envidia.



Nota redactada en junio del 2002


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