24 junio 2011

Santa = encerrada


De lo peregrina que resultaba, hasta hace nada, la idea de santidad en medio del mundo (y la santificación de la vida ordinaria), da cuenta con frecuencia Galdós en sus novelas:

Bueno era lo bueno, pero no lo demasiado. Tanta piedad podía llegar a ser una desgracia para él, porque si Fortunata se entusiasmaba mucho con la religión y se volvía santa de veras y no quería más cuentas con el mundo, sino quedarse allí encerradita, adorando la custodia durante todo el resto de sus días...

Vamos, que semejante idea le aterraba. En tal caso no tenía más remedio que volverse él santito también y dedicarse a la iglesia y hacerse cura...


Yo le he dicho que a las personas muy buenas, muy buenas, es menester atarlas algunas veces. Esta es un ángel, y los ángeles caen en la tontería de creer que el mundo es el cielo. El mundo no es el cielo, ¿verdad, Ramón?, y nuestras acciones no pueden ser basadas en el criterio angelical. Si todo lo que piensan y sienten los ángeles, como mi mujer, se llevara a la práctica, la vida sería imposible, absolutamente imposible. Nuestras ideas deben inspirarse en las ideas generales, que son el ambiente moral en que vivimos. Yo bien sé que se debe aspirar a la perfección; pero no dando de puntapiés a la armonía del mundo... ¡pues bueno estaría!..., a la armonía del mundo, que es... para que lo sepas..., un grandioso mecanismo de imperfecciones, admirablemente equilibradas y combinadas.


(En Fortunata y Jacinta. Este último discurso resume, como se ve, la concepción burguesa del mundo, encarnada en buena parte de los personajes de don Benito.)

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