27 octubre 2011

Socialismo y familia


Mauricio Rojas comenta la tesis de Hannah Arendt según la cual la soledad humana es una de las raíces del totalitarismo.

Esta dialéctica que lleva de la debilidad de la sociedad civil a la soledad y de la soledad a la dependencia del Estado ha sido siempre evidente para el socialismo. Por ello su propensión a promover la disolución de los lazos cercanos fuertes como aquellos representados por la familia. El individuo sin familia o con vínculos familiares superficiales es un individuo que necesariamente va a tener que recurrir al Estado. Esto es algo evidente en los regímenes comunistas, pero lo mismo se puede también observar al estudiar a uno de los países donde la socialdemocracia tuvo una hegemonía más duradera y profunda: Suecia. Ya a mediados de los años 30 del siglo pasado, los esposos Myrdal (Alba y Gunnar, ambos fueron ministros socialdemócratas y ganadores del Premio Nobel) lanzaron un amplio programa de destrucción de la familia como bastión social de resistencia al proyecto socializador del régimen socialdemócrata inaugurado en 1932. Para que el Estado formase a sus hombres nuevos había que quitar de en medio a toda organización social que se interpusiese entre el Estado y el individuo, ojalá desde la más temprana edad. Por ello, se llegó a recomendar que incluso los bebés más tiernos fuesen entregados a los cuidados profesionales de los expertos del Estado, quedando el papel de los padres reducido a un mero rol "subsidiario" respecto de la formación de sus hijos. La finalidad era clara: "liberar" a los niños de sus padres y colectivizar su formación.

"Por un liberalismo asociativo", en Cuadernos de pensamiento político, 32

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