24 noviembre 2011

Incierta gloria


Tengo la impresión de que a Joan Sales se le han cruzado aquí dos novelas, ensambladas por la tercera parte. Desde que toma la palabra Cruells, la historia de Luis, Julio y Trini se empantana en los episodios, algo anodinos, del frente muerto, y sale luego por la tangente de los lloros de Cruells y las memorias de Lamoneda: un mano a mano que no carece de interés, sin embargo. Cruells está trazado a imagen de los cristianos atormentados de Mauriac /Bernanos, a quienes Sales tradujo. La derrota (no sólo militar) le acerca a Cristo, y su fe se aquilata en la confrontación con el inquietante Lamoneda, el pobre fantasma sumido en la vanidad y en la lujuria.

De hecho, esta podría haber sido la mejor novela católica española, si no fuera por esa falta de unidad que me parece advertir en ella. Cierto que en eso puede influir el hecho de que sea una novela compuesta en dos etapas, por así decir, aparecida primero en los 50 y con su edición definitiva en 1969. Por medio estuvo el Vaticano II, que debió de marcar considerablemente a su autor, a juzgar por la deriva de la trama. Cruells se ve inmerso en el confusionismo que siguió al Concilio y acaba adoptando conductas discutibles, como la de participar en manifestaciones clericales contra la policía o, más triste aún, gritar aquello de "queremos obispos catalanes": desgraciado destino para quien se pasa toda la novela buscando la pureza de la fe, lejos de banderías terrenas.

Lo cual, por cierto, enlaza con otro mérito de su autor: el situar la trama espiritual en plena guerra civil, tantas veces tratada de modo simplista. La guerra es aquí el telón de fondo, necesario, para otro combate, que se sitúa de modo transversal al de los dos bandos en lucha.

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