24 marzo 2012

Leer o no leer


El subtítulo (Sobre identidad en la Sociedad de la Información, con absurdas mayúsculas) puede inducir a error y a rechazar este libro como algo tremendamente sesudo y profundo. Cuando lo cierto es que se trata de una delicia de ensayo, un alarde de prosa casi poética al servicio de una meditación sobre el papel de la lectura en la vida de cada uno. Parece tema de redacción escolar, pero, aun así, rara vez se habrá dicho algo más precioso sobre el asunto. Quizá se mantenga siempre bordeando peligrosamente el límite de lo excesivo o de lo cursi, pero lo cierto es que habría que buscar con lupa los momentos en que lo traspasa.

Uno llega a la conclusión de que la lectura es como el alimento, necesario aunque dosificado con arreglo a la edad, cosa obvia pero no siempre mostrada con tanta sutileza; e inevitablemente piensas en quien se niega a leer como en un malogrado o un raquítico. Pero también te asalta la duda sobre si tus propias lecturas, aunque abundantes, han sido tan bien aprovechadas como sugiere el autor del discurso que deberían haberlo sido.

Leyendo a Mora Fandos me satisface pensar que no perdí el tiempo con mi afición a los tebeos, de chico (ya lo sospechaba, todo hay que decirlo, sobre todo habiendo ido de la mano de un guionista tan culto como Víctor Mora), aunque tal vez retardé demasiado el momento de sustituirlos. También me reafirmo en que hago bien al considerar el libro como parte indispensable del contenido de la maleta, vaya a donde vaya. Y olvido por un rato la nostalgia de una existencia de soldado, deportista o reportero.

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