22 abril 2012

Una barbaridad

En España hemos idealizado a los intelectuales más de lo que los hemos leído. Por lo que se oye a veces, se diría que son los abanderados de la civilización frente a la barbarie, y con frecuencia olvidamos la parte que tuvieron en nuestras violencias, por acción o por pensamiento. Es fácil citar a Alberti o a Miguel Hernández, pero el propio Unamuno, que tanto lamentó la guerra incivil y que murió desolado por aquella matanza, escribió cosas como estas:

Una vez, ¿te acuerdas?, vimos a ocho o diez mozos reunirse y seguir a uno que les decía: "¡vamos a hacer una barbaridad!" Y eso es lo que tú y yo anhelamos: que el pueblo se apiñe, y, gritando: "¡vamos a hacer una barbaridad!", se ponga en marcha.
[...]
¿Qué se teme? ¿Que se trabe pendencia y se encienda la guerra civil de nuevo? ¡Mejor que mejor! Es lo que necesitamos. Sí, eso es lo que necesitamos: una guerra civil... Una nueva guerra civil, con unas u otras armas... ¿No oís hablar de paz, de una paz más mortal que la muerte misma, a todos los miserables que viven presos de la mentira?... ¡Paz, paz, paz!, croan a coro todas las ranas y los renacuajos de nuestro charco. ¡Raza de víboras la de esos que piden paz! Piden paz para poder morder y roer y emponzoñar más a sus anchas. (en Vida de don quijote y Sancho)

Y comenta con acierto su editor, Alberto Navarro:

Unamuno, al actualizar el violento embestir impremeditado de don Quijote, no sólo acentúa la peyorativa deformación del prójimo, sino que, en ocasiones, incita a un brutal embestir que poco, o nada, tiene que ver con el generoso y compasivo embestir del loco Hidalgo Manchego para acorrer menesterosos, castigar opresores y enaltecer a Dulcinea.

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