05 mayo 2012

"Porque en él acaban por separarse" (Olga vs. Melibea)

La serpiente de la duda despertó y se agitó en su corazón... ¿Estaría enamorada de él o se limitaba a casarse?
-Sin embargo, hay otro camino para la felicidad -dijo.
-¿Cuál?
-El amor, a veces, no espera, no resiste, no calcula... La mujer arde de pasión, padece tormentos y alegrías que...
-Yo no conozco ese camino -respondió Olga.
-En ese camino la mujer lo sacrifica todo: tranquilidad, fama, respeto, y halla su recompensa en el amor... que para ella lo sustituye todo.
-¿Es que nosotros necesitamos seguir ese camino?
-No.
-¿Te gustaría encontrar la felicidad a costa de mi paz y del respeto que me debo?
-¡Oh, no, no! Te juro por Dios que por nada del mundo -respondió Oblomov con ardor.
-¿Por qué, entonces, me hablas de eso?
-De veras que no lo sé...
-Pues yo sí lo sé. Quieres saber si habría sacrificado por ti mi tranquilidad, si te hubiera seguido por ese camino, ¿no es cierto?
-Sí, creo que has adivinado... ¿Y bien?
-¡Nunca, por nada del mundo! -respondió Olga con firmeza.
Oblomov quedó pensativo y luego suspiró.
-Sí, es un camino terrible y se necesita mucho amor para que una mujer lo siga, que sacrifique su vida por amor. [...]
-Imagínate -siguió diciendo Oblomov- que Soñechka, que no vale lo que tu dedo meñique, no te saludara de pronto al verte.
Olga sonrió y en sus ojos brilló la misma serenidad. Oblomov se dejó llevar por la necesidad, que le dictaba su amor propio, de exigir sacrificios de Olga en aras del amor y embriagarse con ello.
-Imagínate que los hombres al acercarse a ti no bajaran los ojos con tímido respeto, sino que te miraran con una sonrisa atrevida y pícara... [...] Imagínate que al entrar en un salón varias personas hicieran gestos de indignación; alguno que otro cambiaría de sitio..., pero tu orgullo sería el mismo de siempre y tendrías conciencia de ser mejor que ellos, de ser superior a todos.
-¿Por qué me dices todos esos horrores? -preguntó tranquilamente-. Nunca iré por ese camino.
-¿Nunca? -preguntó Oblomov, abatido.
-¡Nunca! -repitió ella.
-Claro -dijo pensativo-, tú no serías capaz de enfrentarte al deshonor. Tal vez no le tuvieras miedo a la muerte; lo terrible no es la ejecución, sino los preparativos para ella, las torturas continuas. Tú no podrías soportarlas y te agostarías, ¿no es cierto?
Oblomov seguía escrutando sus ojos para ver su reacción. Pero Olga parecía contenta; esos cuadros de horror no la habían impresionado. Una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.
-¡No quiero ni agostarme ni morir! Todo eso no vale -dijo al fin-. Se puede ir por distinto camino y querer aún más...
-¿Y por qué no irías por ese camino si no tienes miedo? -preguntó Oblomov con insistencia y casi con fastidio.
-Porque en él... acaban... por separarse -dijo ella-, y para mí... separarme de ti... [...] ¡Nunca!
Oblomov lanzó un grito de júbilo y cayó a sus pies sobre la hierba.

Iván A. Goncharov, Oblomov
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