26 agosto 2014

Te quiero pero no te necesito


El otro día hablaban en la radio con un tipo que se está forrando con unos libros de autoayuda, de esos que se consumen con la misma fe que el ibuprofeno o el leixatín. Los suyos son nada menos que recetarios para ser feliz: "el arte de no amargarse la vida" se titula uno, aunque si hay que juzgar por una frase que citaron (la que dijo la locutora que más le gustaba) el título podría ser más bien "cómo acabar muerto de asco". La frase era: "Sabes si estás capacitado para tener una pareja cuando puedes decirle: te quiero pero no te necesito". Yo, desde luego, sé muy bien dónde mandaría a la mujer que me dijera eso.

Pongan en un anillo de compromiso "te quiero pero no te necesito", verán lo que pasa. ¿Dije compromiso? Ah, bueno, pero es que el tipo hablaba de pareja: esa palabra tan útil para borrar la diferencia entre lo frívolo y lo sublime. Pareja puede ser esa persona que tienes en casa y que te sirve para relajar, haciéndole arrumacos o recibiéndolos. Te puedes encariñar con ella pero no la necesitas: un yakuzi y un poco de imaginación suplen.

Pero, al final, la felicidad está justamente en la persona a la que puedes decir, como Cernuda: "Tú justificas mi existencia"; a la que puedes despedir como el Clooney de Los descendientes: "mi amor, mi amiga, mi dolor, mi alegría". Por lo que pude oír, apuesto a que en los libros de este tío no hay la menor alusión a lo que implica colocar juntos el amor, el dolor y la alegría. Lo que los invalidaría totalmente.

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