19 septiembre 2014

Quién bendice la pederastia

Desde que salieron a la luz los abusos sexuales cometidos por eclesiásticos, la intelectualidad progresista está muy sensibilizada en contra de tales actos. Pero no siempre fue así. En Retorno al pudor, Wendy Shalit ironiza sobre los modos de justificar la pornografía por parte de algunos de estos intelectuales.


... tomemos como ejemplo El final de Alicia, una novela de 1996 escrita desde la perspectiva de un hombre con deseos sexuales desviados al que le gusta violar a niñas pequeñas. La autora, A. M. Homes, declaró a los periodistas que su pedófilo "es una persona de la que no hemos tenido experiencia previa. Pienso que es listo [...] y que tiene cierto sentido moral". Esto último queda patente: a pesar de que viola a una de sus pequeñas víctimas con una cuchara, la apuñala sesenta y cuatro veces, la decapita, humedece sus labios en su sangre y la besa repetidamente, y continúa teniendo relaciones sexuales con el cuerpo muerto, no está dispuesto en ningún caso y bajo ningún concepto a utilizar un tenedor en vez de una cuchara. De verdad, nada de tenedores, lo pone en el libro tal cual. Al fin y al cabo, es necesario tener algún tipo de normas. El Boston Book Review recogió en su crítica que El final de Alicia "estaba llena de ideas seductoras", el Chicago Sun Times publicó que contenía una "prosa muy sugerente" y Gregory Crewdson añadió en Bomb que, en realidad, "en su núcleo se trata de una historia romántica, incluso de carácter moral". Sólo Cathleen Medwick expresaba algunas dudas. Durante una entrevista le preguntó a la autora "¿Qué efectos puede tener una novela escrita desde la perspectiva de un pedófilo sobre nuestra percepción de los niños que han sufrido abusos sexuales?" La novelista respondió después de reflexionar: "Pienso que a las niñas les gusta disponer de un poder así".

(Corrijo el autor y el novelista por sus respectivos femeninos, ya que al parecer el traductor no se dio cuenta de que A. M. Homes es mujer.)

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