16 noviembre 2014

Porque no son el hombre (II)



Inmediatamente después de cortar las amarras con la trascendencia, aquellas filosofías han disuelto el contenido de las cuatro virtudes cardinales, que son los cuatro ejes de la vida ética humana, cada una de las cuales supone las otras tres: no se puede ser prudente sin ser justo, fuerte y templado; no se puede ser justo sin ser prudente, fuerte y templado; no se puede ser templado sin ser fuerte, justo y prudente; no se puede ser fuerte sin ser templado, prudente y justo. Estas cuatro virtudes se requieren mutuamente, se necesitan, y son los pilares de la ética. Desvirtuadas --en sentido propio: quitándoles su carácter de virtud--, ha aparecido una prudencia sin memoria histórica: el hombre desarraigado, sin origen, sólo con futuro. Ha aparecido la justicia sin religión y sin amor reverente a los mayores; y una fortaleza sin aceptación del dolor y como simple arrogancia y voluntad de poder; y por fin una templanza como mera homeostasis, equilibrio, es decir, como un concepto sanitario (de ahí esas "moralistas" campañas obsesivas a favor de la salud).

Carlos Cardona, Ética del quehacer educativo, cap. IV