08 abril 2015

Homenaje a Cataluña


George Orwell vino a combatir a España convencido de que el fascismo era el gran enemigo en aquella hora histórica (y convencido de que lo que combatía en España era el fascismo). Nos cuenta sus vicisitudes en un batallón catalán del POUM (él estaba afiliado a un partido de similar orientación allá en Inglaterra), que no fueron lo que se dice gloriosas, puesto que los motivos centrales de su narración son la falta de verdadera acción y la escasez y malas condiciones del armamento. Sin embargo, le gusta la compañía de los españoles, para los que tiene palabras elogiosas a pesar de que afea repetidamente su indolencia. Una bala que le atraviesa la garganta sin más consecuencias que la falta pasajera de voz es lo más parecido a algo heroico que tiene ocasión de vivir.

El auténtico peligro vino después, en la retaguardia. De hecho, lo más famoso de esta obra es también lo más interesante de ella. Me refiero a los dos apéndices, donde hace la crónica de la persecución de los poumistas por parte de un PSUC a las órdenes de Stalin y controlador de las fuerzas del orden. Orwell contempla a los estalinistas como contrarrevolucionarios, partidarios de pactar con el orden establecido y cortar así las alas al pueblo: cómplices del fascismo, en suma, que era, irónicamente, aquello de lo que les acusaban los estalinistas a ellos mismos. Orwell consiguió huir a tiempo de aquel infierno dentro del infierno. No sé si por el tiempo en que escribió sus obras mayores había aprendido que tanto unos como otros desembocaban en el peor totalitarismo, por encima de los famosos fascistas.

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